En los últimos días he intentado construir ideas alrededor de la pertinencia o no de la existencia de las Fuerzas Armadas en nuestra región, con la plena consciencia de que se trata no solo de un tema que no está exento de polémica, y que toca puntos sensibles de la reflexión en su aspecto más deontológico, sino también de convicciones muy profundas de lo que considero que debe ser el mundo en el que quiero vivir.
En primer lugar, no está de más aclarar varios puntos. El primero de ellos es que no tengo nada en contra de la gran cantidad de miembros de las fuerzas armadas en nuestros países, que han hecho su carrera en una institución pública y que como yo, desde mi oficio de diplomático, buscamos servir a nuestros respectivos países. Más bien, busco reflexionar sobre la necesidad de la institución armada en tiempos de paz y su papel en la construcción o consolidación de las democracias de nuestros países, los mismos que viven realidades distintas y amenazas diferenciadas pero comunes a su seguridad, en su concepción multidimensional.
América Latina y el Caribe, en manera
general, está en época de ausencia de conflictos escalados fronterizos entre
Estados-Nación, de consolidación territorial y construcción o afincamiento de
sus democracias. Por supuesto, existen realidades que rompen esa regla, con
amenazas ciertas a su soberanía interna y externa. El caso de Colombia es el más
paradigmático, pero no el único. Este país, que sufre de una seria amenaza a su
soberanía, causada por la existencia de grupos armados irregulares, en especial
las FARC, tiene en sus Fuerzas Armadas un elemento primordial para lograr la
muy ansiada construcción del estado democrático y de la recuperación para el
poder legítimamente constituido, la soberanía plena sobre el territorio.
Los países fronterizos con Colombia,
al ser víctimas de un conflicto que no respeta límites nacionales, deben
recurrir a las Fuerzas Armadas para combatir la penetración de la narco
guerrilla terrorista en sus respectivos territorios, lo que implica y por
supuesto justifica la existencia de ejércitos que combatan este flagelo.
Otros países como Argentina, tiene
amenazada su integridad territorial por la ocupación británica de las Islas
Malvinas. Así como este conflicto, existen disputas territoriales fronterizas
entre otras naciones de la región, entre los que se destacan los conflictos
Costa Rica-Nicaragua, Bolivia-Chile, Perú-Chile, Venezuela-Guyana,
Colombia-Nicaragua, etcétera, los mismos que, entre otras razones, soportan el
análisis de una deficiente herencia colonial, y del decisivo papel de las
luchas militares, que no fueron capaces de solucionar definitivamente dichos
conflictos, sino que mas bien, generaron escalamientos que años después, deben
resolverse por métodos diplomáticos. Dichos escalamientos, están controlados y
no han degenerado en conflictos armados.
Sin embargo, pensemos por un momento
que las Fuerzas Armadas dejaran de ser necesarias, o que los países siguieran
el valiente ejemplo de Costa Rica, que decidió hace más de 50 años abolir el
ejército, o el de Panamá, que una vez que las Fuerzas
Armadas fueron abolidas por coyunturas externas, nunca volvieron a reconstruirse.
¿Que pasaría si países como Uruguay,
Paraguay, Bolivia, El Salvador, Guatemala, Perú, Chile, o potencias regionales
como Brasil, Argentina, Venezuela o México decidieran desmontar paulatinamente
sus Fuerzas Armadas, a través de la reasignación de funciones al personal, convirtiendo
en policías a los soldados, la reducción del gasto militar y la implantación de
una paradigma distinto de seguridad para combatir las nuevas amenazas?
Oscar Arias, ex presidente de Costa Rica, ofrece algunas respuestas a este panorama. El Premio Nobel De la Paz 1987 en una reciente conferencia en el Marco de TEDx, titulada “Oportunidades perdidas: El Gasto Militar en América Latina” detalla como seria el conjunto de región de ALC si se redujera el tamaño de las Fuerzas Castrenses. Arias argumenta que una de las fuentes más importantes para que los países latinoamericanos logren acceso a recursos necesarios para su desarrollo, es la reducción del gasto militar. La friolera cantidad de 60 mil millones de dólares es lo que “invirtió” América Latina en sus Fuerzas Armadas en el 2010. Según el Informe del Instituto Internacional para Investigaciones de la Paz de Estocolmo (Sipri por sus siglas en inglés), Sudamérica es la región del mundo que incrementó en mayor porcentaje del PIB su gasto militar, en un 5,8%.
Las reflexiones de Arias y el informe
de Sipri no consideran especificidades propias de la realidad de cada país. Como
ya lo señalamos, no es lo mismo la realidad de amenazas de seguridad de
Colombia, México o Argentina, que las de Costa Rica, Uruguay o Panamá, sin
embargo, Arias menciona que si por ejemplo El Salvador o el Ecuador redujeran
en la mitad su gasto militar, podrían incrementar al menos en un punto
porcentual del PIB su inversión en Investigación y Desarrollo.
El debate académico sobre el papel de
las Fuerzas Militares y su relación con la sociedad en ALC está todavía poco
desarrollado, especialmente si consideramos el poco involucramiento del mundo
castrense con el académico, en cuanto a la reflexión necesaria de las Fuerzas Armadas
sobre su relación con el poder civil. Uno de los intentos más importantes que
desde la academia se han hecho es el del proyecto del Instituto
Universitario General Gutiérrez Mellado, del Ministerio de Defensa de
España y la Universidad a Distancia, UNED. Una de sus investigadoras, Sonia
Alda Mejías publicó el artículo “Las actuales relaciones civiles-militares
en Suramérica y los retos pendientes” , en donde se disecciona precisamente
el papel de la institución castrense en los Estados Sudamericanos.
En este sentido, la idea central del artículo
de Alda Mejías es que la necesaria modernización de las FFAA en el Subcontinente
pasa por la subordinación de las mismas a las instituciones civiles, requisito
imprescindible para la construcción de un estado realmente democrático. La
autora argumenta también que el hecho de que varios gobiernos de la subregión
hayan recurrido a las Fuerzas Armadas para combatir las nuevas amenazas de
seguridad, provenientes del crimen organizado, la violencia y el narcotráfico,
ha postergado el necesario debate sobre la subordinación castrense a la
sociedad civil y la reducción del gasto militar.
Alda Mejías señala que si bien se ha
avanzado positivamente, todavía el proceso de democratización es débil, por el excesivo
poder de las institución militar en América latina. “La subordinación militar al poder civil es un hecho y en la actualidad
es impensable la posibilidad de un Golpe de Estado militar. Sin embargo, esto
no significa que el proceso de democratización esté concluido y, por tanto, se
haya logrado establecer un control político que asegure el principio de
supremacía civil.”
Los países latinoamericanos han
avanzado en la construcción de sociedades más democráticas, y en varios casos,
han logrado eliminar constitucionalmente el papel supuestamente “garantista” de
las Fuerzas Armadas en el aseguramiento del régimen democrático. Unasur ha dado un paso importante al buscar
una política común de defensa y transparentar el gasto militar de sus países miembros, (aunque algunos de ellos
siguen reacios a hacerlo). No obstante
de estos esfuerzos, la investigadora del
Instituto Gutiérrez Mellado advierte. “Si
bien en distinto grado y con importantes diferencias, según los casos
nacionales, en términos generales los militares han conservado, aún después de
las transiciones democráticas, espacios de autonomía funcional y la conciencia
de ser quienes deben y pueden arbitrar y tutelar el régimen político en situaciones
de crisis. Pero quizás sea aún más grave que muchos civiles compartan la misma
idea.”
¿Para
que si y para que no las FFAA?
En un reciente viaje a Quito,
mientras caminaba por el Parque la Carolina, veía a dos oficiales militares “patrullando”
armados con una ametralladora. Esa imagen me impacto profundamente. Recuerdo
haber sentido algo parecido, una mezcla de tristeza, sorpresa e inseguridad una
vez que visité Bogotá.
Los crímenes violentos, los robos y la inseguridad ciudadana son de los problemas más grandes que sufren no sólo el Ecuador, sino también el resto de países de América Latina, sin embargo, cabe la pregunta ¿Es función de los militares garantizarla la seguridad ciudadana interna y combatir los delitos comunes es un Estado que aspira ser democrático? ¿Es función de los militares involucrarse en la administración del Estado? ¿Construir obra civil, carreteras y hospitales?, ¿proveer salud y educación o servicios bancarios y hoteleros?
Los crímenes violentos, los robos y la inseguridad ciudadana son de los problemas más grandes que sufren no sólo el Ecuador, sino también el resto de países de América Latina, sin embargo, cabe la pregunta ¿Es función de los militares garantizarla la seguridad ciudadana interna y combatir los delitos comunes es un Estado que aspira ser democrático? ¿Es función de los militares involucrarse en la administración del Estado? ¿Construir obra civil, carreteras y hospitales?, ¿proveer salud y educación o servicios bancarios y hoteleros?
En mi opinión, no es suficiente con que las Fuerzas Armadas agreguen labores ajenas a las suyas, para auto preservarse y justificar su existencia ante la sociedad civil, para entre otras cosas, poder seguir aumentando su gasto institucional. Es necesario que el Estado Latinoamericano haga una reingeniería profunda del papel de las Fuerzas Armadas en cada caso particular, y que la sociedad civil reinvente su futuro y aspire a una América Latina sin ejércitos. Pensemos por un momento que la Guerra en Colombia se acaba, y que los países fronterizos ya no tienen la amenaza de los grupos irregulares, se solucionan los conflictos limítrofes por vía diplomática y los países reducen su percepción de amenazas externas a su soberanía a través de la creación delo que Barry Buzan denomina “complejos de seguridad”. ¿Cuál será la excusa para que las Fuerzas Armadas sigan existiendo?, ¿será, como me dijo un oficial de marina un día que todavía hay que dormir con un ojo abierto porque los vecinos del Sur tienen un plan maléfico para atentar contra nuestra soberanía?
Es hora de un debate serio sobre el
cambio en el paradigma de la seguridad humana y el concepto del Estado y sus
instituciones, especialmente las armadas en nuestra región, sino, seguiremos
perdiendo las oportunidades eternamente en América Latina de luchar contra la
pobreza y la inequidad, de aumentar nuestra inversión en educación, salud o
acceso a la tecnología, por seguir para siempre, sin discusión, comprando
tanques de guerra, aviones de combate y pagando sueldo de soldados, y viendo
como las amenazas del crimen organizado, la violencia de los delitos comunes y
el narcotráfico nos siguen quitando calidad de vida.
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