Ecuador y sus pajazos mentales


Un infausto día, un profesor mío en la academia diplomática, nos dijo profundamente convencido que el “Ecuador era un país con más de un millón de kilómetros cuadrados de territorio”. Se refería al hecho de que el Ecuador reconoce como “mar territorial” 200 millas marinas, las que, sumadas a las que rodean al Archipiélago de las Galápagos, nos hacen un país considerablemente grande en cuanto a su tamaño geográfico. Yo por supuesto pensaba en como podemos ser tan inocentes de pensar que el Ecuador puede ejercer soberanía plena en tremenda extensión de mar, con los recursos limitados que poseemos, obviamente nunca le encontré fundamento lógico a esa afirmación.


Esta propensión de los ecuatorianos a exagerar en el Wishful Thinking, o dicho en buen romance, “pajazo mental”, es uno de los aspectos más negativos de nuestra identidad colectiva. Ejemplos como este sobran, y en especial, en los niveles más altos del quehacer nacional.
Muchos viejos dinosaurios, responsables de la política exterior y de las fuerzas armadas, han escrito, y seguirán escribiendo y renegando sobre el conflicto con el Perú. Se les hace inconcebible pensar que su razón de ser profesional haya tenido un desenlace final. Aunque esta resolución no haya sido de lo más adecuada para los intereses ecuatorianos, no es menos cierto que nos ha dado Paz en la frontera sur, la misma que debemos rescatar en su verdadera dimensión, sobre todo si consideramos los grandes problemas que tenemos hoy en día en la frontera con Colombia.


Pero no, hay gente que sigue y seguirá resentida hasta después de su muerte con los peruanos, en vez de darse cuenta que si el Ecuador perdió parte de su territorio fue por inoperancia propia. Aun así, me pregunto ¿No es mejor cerrar la herida definitivamente y no auto mutilarse buscando fantasmas en el tema de la frontera marítima?, creo que la respuesta cae por su propio peso.


Los ecuatorianos nos creemos un pueblo constantemente vilipendiado por nuestra clase política, y recurrimos a la figura del mesías (antes cada 4 años, pero ahora más seguido) para que “salve al país” a través del Papá Estado, responsable de todas nuestras desgracias y prerrogativas. Ahora, luego de ver el listado de los candidatos para la Asamblea Constituyente, no me queda más que soltar alguna lágrima: los mismos Gutiérrez, Noboas, Bucarames y Correas, acompañados por personajes de tele, actores de circo y sucedáneos, serán los encargados de hacer una nueva Constitución y sus leyes complementarias para arreglar el país, porque todo lo que ha existido hasta ahora, según este pensamiento, no ha servido más que para hundir al Ecuador.


Parte de la naturaleza del ser humano es soñar, en procurar el “deber ser” de las cosas, de hecho es uno de los caminos hacia la realización. No obstante, la falta de perspectiva y aprendizaje de los errores, nos convierte al ecuatoriano en un pueblo naive, propenso a caer constantemente en el engaño externo, o lo que es peor, en la autosatisfacción mental interna.


Desde que Abdón Calderón, después de haber perdido brazos y piernas, sostuvo la bandera con los dientes en el campo de batalla, hasta la llegada del último redentor de la patria con su correa y su nueva constitución, han pasado más de 180 años; un largo periodo para un proyecto de nación que no termina de consolidarse, y que, después de entrar en la dinámica de ensayo-error, es incapaz de aprender de su enfermiza práctica de automutilación y autocomplacencia.

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